En la sombra de un hogar, un eco sordo,
donde el amor se viste de cadenas,
las palabras son cuchillos,
y el silencio, un grito que envenena.
Las flores marchitan en el jardín,
sus pétalos caen como sueños rotos,
la risa se ahoga en un mar de llanto,
y el sol se oculta tras nubes de luto.
Es un río de sombras que arrastra,
un torrente de miedo que no cesa,
las miradas son balas,
y el abrazo, una prisión que pesa.
Las paredes susurran secretos,
historias de almas que buscan el aire,
pero el amor se convierte en tormenta,
y la esperanza, en un faro que arde.
Sin embargo, en la grieta del dolor,
una chispa de vida comienza a brillar,
las voces se alzan como aves en vuelo,
rompiendo el silencio, reclamando su lugar.
Que el amor no sea un campo de batalla,
sino un refugio donde florezca la paz,
donde cada corazón pueda latir libre,
y la violencia sea solo un eco del pasado.
»Este poema está dedicado a todas aquellas que, en ese momento, no tuvimos voz y a día de hoy seguimos con ese peso»
-Noemí Beviar